cristoreydigital
29 de Enero, 2017
Manuel Yáñez
Al formular las bienaventuranzas, Mateo, a diferencia de Lucas, se preocupa de trazar los «rasgos y actitudes que han de caracterizar a los seguidores de Jesús». De ahí la importancia que tienen para nosotros en estos tiempos en que la Iglesia ha de ir encontrando su propio estilo de vida en medio de una sociedad secularizada y poco testimonial.
No es posible proponer la Buena Noticia de Jesús de cualquier forma. El Evangelio solo se difunde desde «actitudes evangélicas». Las bienaventuranzas nos indican el «espíritu que ha de inspirar la actuación de la Iglesia mientras peregrina hacia el Padre».
Las hemos de escuchar en «actitud de conversión personal y comunitaria. Solo así hemos de caminar hacia el futuro. La Iglesia no es una “empresa comercial” y menos una institución con fines de lucro.
Dichosa la Iglesia «pobre de espíritu» y de corazón sencillo, que actúa sin prepotencia ni arrogancia, sin dominio ni autoritarismo, sin riquezas ni esplendor, al servicio de los pobres, solo sostenida por la “autoridad humilde” de Jesús. De ella es el reino de Dios.
Dichosa la Iglesia que «llora» con los que lloran y sufre al «ser despojada de privilegios, comodidades y poder, pues podrá compartir mejor la suerte de los perdedores y también el destino de Jesús. Un día será consolada por Dios. ¡Ay de los que tienen los ojos secos.!
Dichosa la Iglesia que renuncia a “imponerse por la fuerza”, la coacción o el sometimiento, el clericalismo absorbente, que impide la “participación del pueblo” practicando siempre la mansedumbre de su Maestro y Señor. Heredará un día la tierra prometida.
Dichosa la Iglesia que tiene «hambre y sed de justicia» dentro de sí misma y para el mundo entero, pues buscará su propia conversión y trabajará por una vida más justa y digna para todos, empezando por los últimos, los “anawim”, los descartados. Su anhelo será saciado por Dios.
Dichosa la Iglesia compasiva que renuncia al “rigorismo” al ritualismo al moralismo, y prefiere la misericordia antes que los sacrificios, los rezos, las alabanzas, pues acogerá a los pecadores y no les ocultará la Buena Noticia de Jesús. Ella alcanzará de Dios misericordia.
Dichosa la Iglesia de «corazón limpio» y conducta transparente, íntegra, coherente, auténtico y sin hipocresías, que no encubre sus pecados ni promueve el secretismo, la mentira, la hipocresía o la ambigüedad, pues caminará en la verdad de Jesús. Un día verá a Dios.
Dichosa la Iglesia que «trabaja por la paz» y lucha contra las guerras, que aúna los corazones y siembra concordia, pues contagiará la paz de Jesús que el mundo no puede dar. Ella será hija de Dios.
Dichosa la Iglesia que sufre “hostilidad y persecución” a causa de la justicia y de denunciar la corrupción e impunidad, sin rehuir el martirio, pues sabrá llorar con las víctimas y conocerá la cruz de Jesús. De ella es el reino de Dios.
La sociedad actual necesita conocer comunidades cristianas marcadas por este espíritu de las bienaventuranzas. Necesita alejarse de una iglesia que se convierta en «nueva cristiandad». Solo una Iglesia fiel al evangelio tiene «autoridad y credibilidad» para mostrar el rostro de Jesús a los hombres y mujeres de hoy.